jueves, 22 de noviembre de 2012

CARMEN SE VA A DORMIR (Dalia)

[...] Era su vecina de arriba, Silvia, recientemente separada en bastantes males términos de su marido, quien ni siquiera había aparecido para visitar a sus hijos, dos varoncitos de 4 y 6 años [...]

Un martes terrible para Carmen Estévez. En el Supermercado, desde las 9 de la mañana, tratando de no equivocarse con las cuentas y los vueltos porque los errores …¡los pagan los empleados! Y el trabajo hay que cuidarlo porque a los 46 años no es fácil encontrar ocupación. La diferencia de hoy fue de 27 pesos con algunas monedas pero después de un control donde la ayudó Mabel, pudo emparejar y quedó abajo con cuatro pesos y centavos misérrimos.
Recalentó una bandejita con 2 empanadas de carne que había traído del super, las comió con pocas ganas y tomó un insípido jugo de ananá con soda. Puso la pava para hacer un té de hierbas digestivas y acarició al gato de pasada, mientras Franco (se llamaba así el felino en recuerdo de un novio extraviado de Carmen) estaba despatarrado en el único sillón del monoambiente del barrio de San Cristóbal.
Hoy no quería perderse a Tinelli porque debutaba La Sueca y entonces, descalza y con la taza de té a un costado, se dispuso a disfrutar de la …¿Por qué la llamarían “la caja boba”?
Fue apoyar el culo en el sillón cuando sonó el teléfono…

Era su vecina de arriba, Silvia, recientemente separada en bastantes males términos de su marido, quien ni siquiera había aparecido para visitar a sus hijos, dos varoncitos de 4 y 6 años. El asunto es que ambos nenes estaban volando de fiebre y Silvia no se animaba a llevarlos al hospital de noche y en colectivo (trabajaba solo media jornada y todavía no había cobrado)… Pero tampoco iba a estar tranquila pasando toda una noche con sus hijos en ese estado: ¿y si a alguno le agarraba convulsiones a medianoche o madrugada que no andan los bondis ¿qué hacía? Obra social no tenía, médico a domicilio menos: “Imaginate Carmen la situación en que estoy”, y bla, bla, bla…La cuestión es que Silvia terminó rogándole a su vecina que le prestara por favor $100 para taxi ida y vuelta.
Compadeciéndose de la chica, en vez de prestarle el dinero se ofreció a acompañarla ida y vuelta al hospital, por si necesitaba comprar medicamentos o algún tipo de remedio para la enfermedad de los chiquitos.
Salen entonces las dos de raje con los pibes e imagínense el primer taxi que engancharon: era el de Franco! Si bien el tachero cumplió presto la orden de llegar al Hospital de Niños, se la pasó todo el viaje hablando con Carmen; “¿Cuántos años pasaron Carmencita, 10, 15? ¿te acordás de ésta? Y ¿de aquél?” “Y… vos te mudaste de barrio, yo me quedé siempre en Pompeya, no me perdí como decís vos” Llegaron al Elizalde, Silvia se bajó con los dos afiebraditos, pero Carmen no la acompañó: “Andá, andá, que nosotros te esperamos acá”.
Carmen y Franco charlaron 1 hora, 2 horas, 2 horas y media, que fue cuando Silvia y sus hijitos regresaron de la guardia.
“¿Y, que dijo el médico? Preguntó Carmen demostrando un falso interés.
“¡Varicela! Y se la pescaron los dos juntos ¿Cómo puede ser? Y yo las ronchitas ni se las había notado. O por ahí pensé que eran mosquitos, que se yo. Bua, le recetó un antifebril (que por suerte me lo regaló), y hacer algo de reposo, incluyendo no ir a la escuela, por el contagio, ¿viste? Bah! Por lo poco que falta para que terminen las clases mucho no se van a perder.”
“¿Y vos ya tuviste Silvia?” pregunta su vecina
“Sí, sí”
“Yo también, y vos Franco?”
“No, yo no” contesta el taxista medio muerto de miedo. “Y si me contagio puedo quedar estéril y quién la conforma a la Gordi”
“¿Quien es la Gordi?” pregunta ansiosa Carmen
“Mi señora, nos casamos hace 10 meses”
“¿Con que 10 meses eh?” Engranó Carmen “Y yo boluda todavía esperando que volvieras”
“Pero me parece que lo que deja estéril son las paperas” intervino Silvia con intención de desviar la charla para otro lado.
“Varicelas, paperas, lo mismo da” Dice Franco casi gritando. “Mañana me voy corriendo con la Gordi al médico u ver qué nos dice: ¡Y basta charla que las tengo que llevar de nuevo a su casa!
A partir de ahí, Franco no dijo ni “mu” y su auto voló como una flecha
Al llegar al edificio una Carmen muy enojada le preguntó “¿Cuánto es?”
“A ver. Con 2 horas y media de espera $459”
“¿Lo que?” Pero eso es más de lo que gano por una semana en el supermercado.
“Es lo que marca el reloj, querida, yo estoy trabajando.”
“Si hubiera sabido, ni me subía mirá, aprovechador”
“Business are business”
¡Pero andate a la puta madre que te parió, desgraciado!
Esto diciendo, se bajan los cuatro de la catramina de Franco. Silvia, desecha en “mil gracias” y “de alguna manera te lo voy a devolver” y los chicos (que les había bajado la fiebre y estaban con todas las luces pateando al ascensor) suben a su departamento.
Carmen entra al suyo esperando alcanzar a ver los restos de Tinelli y la sueca. Por supuesto que lo único que hay en ese canal a esa hora es un pastor brasileño de la Iglesia Universal del reino de dios consolando las penas de los televidentes.

No hay comentarios :

Publicar un comentario